El fanzine como herramienta de cambio social
por Luis Navarro
Ponencia de Industrias Mikuerpo en el IV Congreso de Editores Independientes (Huelva, 1 de mayo de 1997), publicada en el # 7 del fanzine Amano.
Estos son unos encuentros sorprendentes. Casi resulta fácil imaginar las motivaciones que pueden tener los editores para reunirse. Sin embargo no lo es tanto trazar el eje alrededor del cual gira la diversidad de propuestas que se citan aquí cada año. Al principio era sorprendente que determinadas publicaciones exhibieran ese rótulo en su mancheta, pero a medida que hemos ido adquiriendo un concepto menos rígido de los conceptos, que hemos comprendido que el lenguaje es sobre todo su uso y, por tanto, un constante, ineludible abuso y una trampa que cambia de forma y de poderes, nos hemos ido acostumbrando. Lo que vemos sorprendente ahora es que se nos ceda un espacio en ellos a gente que no somos más editores que telespectadores, ni tenemos el suficiente dinero para ser independientes, a fin de hablar de una realidad, de una actividad que niega la existencia de editores profesionales y/o especializados, o cuando menos la cuestiona.
Hoy editar es todo: basta pulsar Archivo-Editar. ¿Por qué no llamar "editar" a escribir un grafiti en la calle? ¿Por qué no llamarlo incluso "publicar"? La gente dobla cuatro folios por la mitad y los numera, escupe a la pantalla y el mundo entero puede saber que está sola y mal follada. El amor es el 85% de internet, pero no hay que alarmarse, debería ser el 100% de la comunicación, y la tecnología sólo un buen modo de quedar. No es bastante con que las cosas estén; también tienen que existir. Nunca antes se habían sucedido tantos gestos de apropiación política de los medios para las masas. Se había enunciado algo semejante como una esperanza y hoy, cuando se dan las condiciones adecuadas para ello, lo seguimos viendo (todavía) como una posibilidad no garantizada. El título con que anunciamos este breve comunicado no se refiere todavía más que a esa posibilidad, sin pesimismo y sin euforia. Las palabras cambian de sentido una vez que se accede a su virtual realización como comunicación. Cuando su uso se extiende tanto como es deseable no sólo pierden energía, sino que rebotan, se enredan y subvierten.
Con una multiplicidad de accesos comunicativos, con la invasión incontinente de publicaciones surgidas de iniciativas personales o colectivas y la diversidad de sujetos y motivaciones a que responden nos hallamos de lleno y sin remedio en ese proceso. Esto es lo que verdaderamente importa y hay que retener del movimiento de fanedición. Creo que en la actualidad ese movimiento existe en nuestro país. Hago aquí referencia a publicaciones de carácter no legal, aunque legítimas por el hecho de que surten un vacío; me limito también a aquellas que frecuentan ambientes juveniles cuando hablo de tal movimiento. La actividad en este campo no tiene ahora comparación con fenómenos similares que funcionan históricamente como precedentes; ni en cantidad ni, en consecuencia, en calidad y diversidad. Estamos envueltos, participamos en una tendencia vertiginosa e irreversible hacia una cultura que se disuelve cada vez más en actos participativos, donde lo económico todavía funciona como problema, pero no como premisa de la acción.
Sería importantísimo que quienes lideran el repentino acceso a los medios de una realidad editorial cínicamente ninguneada pusieran el acento en esta clave del movimiento de fanedición, del que creemos formar parte sin carnet ni normativa: la inversión del flujo informativo y comunicativo clásicamente unidireccional, hasta la conversión de cualquier hij@ de vecin@ en trazador de signos y productor de eventos. Es una realidad que trasciende su expresión editorial y tiene manifestaciones análogas en todos los ámbitos de la convivencia. El fanzine es un fenómeno más que alimenta y se alimenta de los nuevos movimientos sociales, la okupación y la insumisión fundamentalmente. Por supuesto el fanzine cumple otras funciones dentro de la dinámica social, sirviendo de soporte a colectivos con motivaciones demasiado específicas para acceder a los medios de masas, sea cual sea su temática. Por ejemplo: hay fanzines sadomasoquistas, y aún en esta derivación perversa del fenómeno que parece reproducir las claves de dominación que sustentan la convivencia, observamos un tratamiento desde abajo que convierte al consumidor ya no en un consumidor de pornografía sino en un explorador de sensaciones. Esta es su cualidad por tanto más importante. Desde que Amano lanzó su primera tirada de 50 ejemplares sostuvo esta tesis: tras el agotamiento de los recursos de experimentación formal de las vanguardias y de su capacidad de transformación social, la clave de lo nuevo, lo procesual, lo experimental y emergente se desplaza hacia los usos económicos, o mejor dicho no económicos, de los medios de producción cultural.
Pero a medida que el fanzine conquista, ocupa espacios editoriales infrautilizados, el fanzine y el propio proceso de okupación cambian de sentido. El sistema capitalista, construido sobre el vaciamiento de los significados y su reducción a claves de composición economicistas, ofrece siempre un contratipo de lo que sucede, que es el reflejo subvertido del fantasma del que mira fascinado por el desarrollo del espectáculo. Así se llega a decir que hay "demasiados fanzines", que el mercado de fanzines está saturado. Esto es no entender nada, quedarse con la poca mierda que te llega a través del soporte, porque el fanzine surge precisamente cuando el mercado se satura, bien porque precisa nueva energía para sostener su fluido económico, nuevos autores, jóvenes artistas, músicos independientes, o bien porque la peña ha decidido pasar a la acción, ofrecer al sistema reflejos subvertidos de su violencia y de su capacidad de tergiversar los conceptos.
El potencial emancipador del fanzine reside en la ejecución, y no en la consunción del flujo informativo; también en que condiciona un tipo de recepción más comprometido. Aquí es donde podemos valorar los resultados obtenidos por los fanzines de contrainformación como soportes privilegiados de los movimientos sociales autoorganizativos, obligando al sistema a producir redefiniciones jurídicas de sus supuestos morales, cuya hipocresía denuncian. Estos fanzines, que parecen todos iguales y de hecho lo son, porque el fanzine se reproduce libremente, pretende trascender las limitaciones a que se ve abocado dentro de un sistema donde todo contenido debe poder ser traducido a cifra, a cantidad, a tirada. Un fanzine es un mensaje que quiere circular, no una empresa.
Hablamos aquí de sus posibilidades, no de su realidad: ésta está hecha muchas veces de rebeliones freudianas sin causa, discursos autocomplacientes y un uso frívolo de las palabras: revolución, independencia, alternativos, multimediáticos, okupación... Dentro de un sistema de puras cantidades sin concepto, el fanzine es un virus que se contrae cuando se lee, que conserva en la asepsis del capitalismo un factor humano, fisiológico, expresivo, que se extiende por contacto, y como tal virus utiliza tácticas de replicación y de mutación constante que impiden su teorización y control. Las movilizaciones ya no se resuelven detrás de la barricada y del gettho. El fanzine propone nuevos modelos de movilización difusos y permeables, que pueden contaminar el sistema desde la estructura, pero también pueden ser contaminados. Por eso es importante sostener, frente a la manipulación mediática, estrategias de difusión que atentan contra el sistema económico: el uso desviado de la tecnología hacia propósitos de apropiación estético-política, la insumisión editorial, la burla a los derechos de copyright o el dar curso a propuestas que no pueden ser asimiladas por la estructura económica y apuntan a destruirla.
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Estos son unos encuentros sorprendentes. Casi resulta fácil imaginar las motivaciones que pueden tener los editores para reunirse. Sin embargo no lo es tanto trazar el eje alrededor del cual gira la diversidad de propuestas que se citan aquí cada año. Al principio era sorprendente que determinadas publicaciones exhibieran ese rótulo en su mancheta, pero a medida que hemos ido adquiriendo un concepto menos rígido de los conceptos, que hemos comprendido que el lenguaje es sobre todo su uso y, por tanto, un constante, ineludible abuso y una trampa que cambia de forma y de poderes, nos hemos ido acostumbrando. Lo que vemos sorprendente ahora es que se nos ceda un espacio en ellos a gente que no somos más editores que telespectadores, ni tenemos el suficiente dinero para ser independientes, a fin de hablar de una realidad, de una actividad que niega la existencia de editores profesionales y/o especializados, o cuando menos la cuestiona.
Hoy editar es todo: basta pulsar Archivo-Editar. ¿Por qué no llamar "editar" a escribir un grafiti en la calle? ¿Por qué no llamarlo incluso "publicar"? La gente dobla cuatro folios por la mitad y los numera, escupe a la pantalla y el mundo entero puede saber que está sola y mal follada. El amor es el 85% de internet, pero no hay que alarmarse, debería ser el 100% de la comunicación, y la tecnología sólo un buen modo de quedar. No es bastante con que las cosas estén; también tienen que existir. Nunca antes se habían sucedido tantos gestos de apropiación política de los medios para las masas. Se había enunciado algo semejante como una esperanza y hoy, cuando se dan las condiciones adecuadas para ello, lo seguimos viendo (todavía) como una posibilidad no garantizada. El título con que anunciamos este breve comunicado no se refiere todavía más que a esa posibilidad, sin pesimismo y sin euforia. Las palabras cambian de sentido una vez que se accede a su virtual realización como comunicación. Cuando su uso se extiende tanto como es deseable no sólo pierden energía, sino que rebotan, se enredan y subvierten.
Con una multiplicidad de accesos comunicativos, con la invasión incontinente de publicaciones surgidas de iniciativas personales o colectivas y la diversidad de sujetos y motivaciones a que responden nos hallamos de lleno y sin remedio en ese proceso. Esto es lo que verdaderamente importa y hay que retener del movimiento de fanedición. Creo que en la actualidad ese movimiento existe en nuestro país. Hago aquí referencia a publicaciones de carácter no legal, aunque legítimas por el hecho de que surten un vacío; me limito también a aquellas que frecuentan ambientes juveniles cuando hablo de tal movimiento. La actividad en este campo no tiene ahora comparación con fenómenos similares que funcionan históricamente como precedentes; ni en cantidad ni, en consecuencia, en calidad y diversidad. Estamos envueltos, participamos en una tendencia vertiginosa e irreversible hacia una cultura que se disuelve cada vez más en actos participativos, donde lo económico todavía funciona como problema, pero no como premisa de la acción.
Sería importantísimo que quienes lideran el repentino acceso a los medios de una realidad editorial cínicamente ninguneada pusieran el acento en esta clave del movimiento de fanedición, del que creemos formar parte sin carnet ni normativa: la inversión del flujo informativo y comunicativo clásicamente unidireccional, hasta la conversión de cualquier hij@ de vecin@ en trazador de signos y productor de eventos. Es una realidad que trasciende su expresión editorial y tiene manifestaciones análogas en todos los ámbitos de la convivencia. El fanzine es un fenómeno más que alimenta y se alimenta de los nuevos movimientos sociales, la okupación y la insumisión fundamentalmente. Por supuesto el fanzine cumple otras funciones dentro de la dinámica social, sirviendo de soporte a colectivos con motivaciones demasiado específicas para acceder a los medios de masas, sea cual sea su temática. Por ejemplo: hay fanzines sadomasoquistas, y aún en esta derivación perversa del fenómeno que parece reproducir las claves de dominación que sustentan la convivencia, observamos un tratamiento desde abajo que convierte al consumidor ya no en un consumidor de pornografía sino en un explorador de sensaciones. Esta es su cualidad por tanto más importante. Desde que Amano lanzó su primera tirada de 50 ejemplares sostuvo esta tesis: tras el agotamiento de los recursos de experimentación formal de las vanguardias y de su capacidad de transformación social, la clave de lo nuevo, lo procesual, lo experimental y emergente se desplaza hacia los usos económicos, o mejor dicho no económicos, de los medios de producción cultural.
Pero a medida que el fanzine conquista, ocupa espacios editoriales infrautilizados, el fanzine y el propio proceso de okupación cambian de sentido. El sistema capitalista, construido sobre el vaciamiento de los significados y su reducción a claves de composición economicistas, ofrece siempre un contratipo de lo que sucede, que es el reflejo subvertido del fantasma del que mira fascinado por el desarrollo del espectáculo. Así se llega a decir que hay "demasiados fanzines", que el mercado de fanzines está saturado. Esto es no entender nada, quedarse con la poca mierda que te llega a través del soporte, porque el fanzine surge precisamente cuando el mercado se satura, bien porque precisa nueva energía para sostener su fluido económico, nuevos autores, jóvenes artistas, músicos independientes, o bien porque la peña ha decidido pasar a la acción, ofrecer al sistema reflejos subvertidos de su violencia y de su capacidad de tergiversar los conceptos.
El potencial emancipador del fanzine reside en la ejecución, y no en la consunción del flujo informativo; también en que condiciona un tipo de recepción más comprometido. Aquí es donde podemos valorar los resultados obtenidos por los fanzines de contrainformación como soportes privilegiados de los movimientos sociales autoorganizativos, obligando al sistema a producir redefiniciones jurídicas de sus supuestos morales, cuya hipocresía denuncian. Estos fanzines, que parecen todos iguales y de hecho lo son, porque el fanzine se reproduce libremente, pretende trascender las limitaciones a que se ve abocado dentro de un sistema donde todo contenido debe poder ser traducido a cifra, a cantidad, a tirada. Un fanzine es un mensaje que quiere circular, no una empresa.
Hablamos aquí de sus posibilidades, no de su realidad: ésta está hecha muchas veces de rebeliones freudianas sin causa, discursos autocomplacientes y un uso frívolo de las palabras: revolución, independencia, alternativos, multimediáticos, okupación... Dentro de un sistema de puras cantidades sin concepto, el fanzine es un virus que se contrae cuando se lee, que conserva en la asepsis del capitalismo un factor humano, fisiológico, expresivo, que se extiende por contacto, y como tal virus utiliza tácticas de replicación y de mutación constante que impiden su teorización y control. Las movilizaciones ya no se resuelven detrás de la barricada y del gettho. El fanzine propone nuevos modelos de movilización difusos y permeables, que pueden contaminar el sistema desde la estructura, pero también pueden ser contaminados. Por eso es importante sostener, frente a la manipulación mediática, estrategias de difusión que atentan contra el sistema económico: el uso desviado de la tecnología hacia propósitos de apropiación estético-política, la insumisión editorial, la burla a los derechos de copyright o el dar curso a propuestas que no pueden ser asimiladas por la estructura económica y apuntan a destruirla.
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